Samantha Calvery

Seguramente muchos de vosotros ya podréis imaginároslo, por los vibrantes colores que se presentan en el cabello de Sam y que, continuamente, están cambiando; Sam es una chica alocada y llena de vida, llena de manías y pequeños 'rituales' casi obsesivos que realiza continuamente, que han formado la que, a día de hoy, es la amiga de muchos, enemiga de otros tantos; la chica con el pelo raro que se sienta a tu lado en tu clase de criminología, la chica del autobús que llama la atención de todos con sus coloridas mechas y la idiota con la que te chocaste por la calle el último jueves y pensaste que, sin duda, la juventud se estaba arruinando con gente como ella.
Ésa es Sam.
Seguramente no hace falta que te lo diga, pero Sam nunca pasa desapercibida, lo intente o no, le guste o no; actúa con naturalidad, siempre con una sonrisa ligeramente más torcida al lado izquierdo, socarrona, que muestra el orgullo y la satisfacción de ser algo tan simple como ser, únicamente, ella misma.
Es joven y locuaz; le encanta hablar con las personas, las conozca o no, y escucharlas; todas sus batallitas, todas sus canciones, todas sus historias. Quizás las olvide mañana, quizás no lo haga. No es una mente brillante que todo lo recuerde, si ya de por sí debe trabajar bastante con el fin de tirar de sí misma y sacar una nota satisfactoria en su carrera de criminología.
Un factor pequeño, mas curioso, de la personalidad de Sam son sus manías y costumbres. Y es que, ella encuentra un gusto en ello, esas cosas pequeñas que hace y seguramente nadie llegue a notar; muchas de ellas son inconscientes, como cuando estrecha un poco las aletas de la nariz cuando se siente insegura o incómoda, o cómo su sonrisa siempre se ha alzado en el lado izquierdo.
Aunque no lo parezca, es bastante sensible, aunque el grupo de personas con las que realmente se hace notoria esta sensibilidad es con aquellas con las que ''esperaba'' algo, ya sea una amistad, o algo más.
Y con algo más, me llevo a mí misma a destacar el siguiente defecto de Sam, el cual seguramente muchos de sus amigos, aquellos con los que la chica pueda hablar libremente de sus amoríos y enamoramientos sin prejuicios le hayan aconsejado remendar; es realmente fácil que Sam quiera algo contigo.
Y con ello no digo que sea una adicta al sexo; es, simplemente, fácil de atrapar. No todo gira alrededor del sexo para Sam; sintiéndose más predispuesta al lado emocional de una relación que al acto físico del sexo, cosas como 'las movidas de una noche' raramente pasan porque ella quiera, a pesar de que sí siguen pasando, lo que llevará a largos llantos a sus amigos, seguidos de impulsos de atracones de helado con sus más cercanos mientras ven alguna película infantil con la que seguramente acabará llorando sin parar porque es demasiado 'cuqui'.
Es, además, muy despistada y algo olvidadiza. A veces, olvidadiza a propósito, otras, lo puede recordar incluso mejor que tú. Le gusta, siempre que tiene un momento libre, escuchar algo de música o ver películas, con las que la mayoría de las veces, llorará. Especialmente si hay perros; si hay perros, llorará, mueran o no. Porque hay perros, y todos aman los perros.
Pero que no os engañe; la sensibilidad y el a veces demasiado intenso amor por los perros no significa que le gusten los niños pequeños. En cambio, siente incomodidad delante de éstos, tanta que ya le cuesta hasta ver cómo muchas otras personas besan a los bebés y les hacen monerías, mientras que ella simplemente no ve por dónde cogerlo, no siente el impulso de abalanzarse sobre su estómago y soplar hasta que el niño esté lo suficientemente babeado; simplemente, no es algo que le apetezca hacerle a un niño pequeño.
Siente, incluso estando en la carrera de criminología, una gran devoción a la medicina. De no haberse enamorado de la psicología y el estudio de la mente criminal, seguramente su meta a alcanzar hubiese sido la carrera de medicina.

Nació en Washington, Texas, donde vivió hasta los ocho años, edad con la que se mudó a Canadá por motivo del trabajo de sus padres, ambos médicos, y donde crecería arropada por una numerosa familia de cinco miembros;
La pareja de casados, señor y señora Calvery, y sus tres hijos, dos niñas y un niño. Samantha era la 'mediana', del grupo, siendo la segunda en nacer tras su hermana mayor, Emily. El más pequeño de la familia, Jonathan --aunque éste, más adelante, dejaría la familia al poco tiempo de cumplir los diecisiete años para ir a estudiar por su cuenta, cambiando su nombre tras una disputa con el señor Calvery--.
La vida de Samantha, en resumidas cuentas, es algo común; durante su infancia, Samantha era una chica bastante tranquila, con su pequeño grupo de amigos, con los que nunca faltaría alguna que otra pequeña gamberrada que hacer, como aquella ocasión en la que le pusieron patines al perro de la señora Wolf.
¿Cuándo fue la primera vez que Sam comenzó a teñirse el pelo? Todo comenzó, precisamente, con sus más fieles amigos por aquellos tiempos, cuando tenían 15 y 16 años; Roxanne y su propio hermano, Jonathan.
La decoloración fue un desastre, ¿el color? Les encantó, especialmente a Sam, quien sería la única en el grupo en continuar aplicándose el tinte por su cuenta.
No obstante, sus padres pronto hicieron que el trío fuera con el cabello rapado a clase hasta que les volviera a crecer de su color.
Una vez 'hablado' con sus padres, Sam continuó decolorando y tiñendo su propio pelo de diversos colores, cambiándolos siempre que le venía en gana; tal y como hoy en día.
Fue a esa edad, también, cuando conoció al profesor Thompson, psicólogo jubilado que, en ese momento, se dedicaba a echar una mano en el instituto local en consejería.
Se conocieron en la primera visita que Sam tuvo que hacer en solitario al despacho, a causa de una pequeña pelea durante el almuerzo; éste hombre fue quien, poco a poco, fue inspirando en Sam la curiosidad y el querer razonar para entender. Ella nunca fue una mente privilegiosa, pero si quería algo, sólo le bastaba la motivación para trabajar tanto como fuese necesario para conseguirlo. Una fuerte amistad fue construída entre Sam y el anciano, quien muchas veces la salvó de un par de embrollos en el instituto, a cambio de largas tardes en un café discutiendo sobre el por qué había pegado a Thomas o por qué la profesora Lorens era tan estúpida.
A los dieciocho años, edad a la que debería haber entrado por primera vez en la universidad, se quedó en casa, y cuando salía, era para ir a sentarse al lado de la camilla de un hospital, donde el viejo Thompson le hablaría de películas increíblemente malas para que no estuviera tan seria.
Si bien quedarse con Thompson sus últimos momentos era una razón para quedarse en casa y perder un año, la verdadera razón fue la disputa que por el momento se llevaba entre Jonathan, su hermano, y el señor Calvery. Sam nunca supo los detalles, nunca prestó atención a la tensión familiar que crecía entre su hermano y su padre, y todo explotó al final.
Fue un año muy largo; Thompson murió,y sólo familiares cercanos pudieron acudir al funeral. Su hermano, Jonathan, llevaba meses sin volver a casa. Lo peor, es que nadie en la familia hacía nada para que volviera; todos actuaban como si Jonathan nunca hubiera existido.
Había oído de su madre que Jonathan iba a tener un hijo con una chica de su misma edad...¡Y sólo tenían diecisiete años!
Los eventos fueron rápidamente dejados en el vacío una vez Sam ingresó en la universidad de la ciudad, poco después moviéndose a Palo Alto, California, donde esperaba terminar sus estudios en Stanford y, si todo le iba bien, sacarse un título de más, o comenzar a trabajar.